Órgano de los intereses de Azuaga. Pasó por dos momentos muy diferenciado. En el primero sus jóvenes redactores, responsables del mismo, en la intención de encauzar la vida cultural de progreso y libertad incorporaron firmas prestigiosas. El segundo lo provocó la separación de algunos de ellos, como Tomás Meneses, ante la disparidad de criterios que mostraba el Heraldo y descontentos con la línea que tomó, más conservadora. Supuso un cese de la edición en diciembre de 1909 y una recuperación de la misma al año siguiente. Para entonces el contenido del semanario se centraba en el enfrentamiento con otro semanario de la localidad,
LA VERDAD (Gil Blas, nº 106, 11 de diciembre de 1909; Carretero Melo,
La Prensa en... , p. 173, La Región Extremeña, 25 de julio de 1910).